viernes, mayo 22, 2009

Mujeres víctimas de violencia

Hace un rato escuchaba por la radio un programa de Martha Debayle en el que hablaban sobre la violencia contra la mujer.
Por extraño que parezca escucho a esa mujer porque me parece de las poquitas inteligentes que han sabido cómo llegar al corazón y pues así, ese corazón que siempre es mi punto débil.
Dicen que no hay nada mejor para entender un caso que ser empáticos, pero creo que uno no termina por entender algo hasta que pasas por esa situación.
Al escuchar a Mónica, una chava que pasó 14 años al lado de su pareja a pesar de que la golpeaba y golpeaba y además de eso, la maltrataba sicológicamente, no pude más que pensar en lo que me pasó a mí hace 8 años.
La mayoría de mis amigos no lo saben, pero hace 8 años viví junto a un hombre que me golpeó, me humilló, me robó no sólo dinero sino mi autoestima, y me hizo sentir lo que hasta entonces no había sentido, odio hacia alguien.
Y no lo saben porque cuando un hombre golpea a una mujer, es a ésta a quien le da pena decirlo, quien prefiere ocultar los moretones porque ya llegó un punto en que la autoestima es nula y pensamos que eso nos merecemos.
Pero al escuchar ese programa me vinieron tantos recuerdos y lo único que pude pensar en ese momento fue, gracias a Dios que tuve mejor suerte que Mónica, pues el tormento de vivir con alguien que te golpea, no sólo física sino moralmente, sólo tuve que soportarlo 2 meses y no 14 años.
Como muchas de nosotras que pasamos por eso, llegué a él porque me enamoré. Después de casi un año de ser novios me pidió matrimonio y después que vivieramos juntos.
No, no nos casamos (gracias a Dios!), pero decidí irme a vivir con él.
Él no trabajaba, así que todo mi sueldo se iba en pagar renta, los gastos de la casa, mi transporte para el trabajo y además, mantenerlo a él con todo y "sus gustitos".
Después de estar en el departamento por un par de meses, él comenzó a cambiar. Sí, porque por extraño que parezca uno no ve esas cosas a simple vista, ese tipo de hombres son tan hábiles que saben muy bien cómo esconder ese lado tan malo de ellos para que los demás no se den cuenta.
Él todavía estudiaba y a pesar de que mi familia siempre se opuso, fue precisamente mi familia quien me sacó de ahí.
Primero comenzó a llegar tarde a casa y cuando le reclamaba él se enojaba y entonces comenzaba a darme golpes pequeños en los brazos o en las piernas, siempre buscaba algún lado en que no fuera muy a la vista de los demás.
Yo lo dejaba pasar porque pensaba "él va a cambiar", pero nunca fue así.
Siguió llegando tarde a casa y yo reclamando, por un tiempo fue así, con golpes pequeños. 
Un día al llegar a casa de trabajar lo encontré viendo la televisión sin haber hecho algo, ni siquiera lavado los trastes o tendido la cama, y quería que yo lo hiciera. Le dije que no y que en vez de estar viendo la televisión él lo hiciera. Obvio, se puso histérico y comenzó a gritarme, a empujarme hasta ponerme contra la pared... ahí, cuando me tenía acorralada comenzó a pegarme en los brazos y era tal su enojo que no sólo lo hizo ahí. Me golpeó en el estómago tantas veces hasta sacarme el aire. Caí al piso sin poder respirar y ahí, en el piso, me pateó en el estómago cuantas veces le dio la gana.
Cuando de plano vio que no podía respirar se quedó parado frente a mí, viéndome y riéndose...
Como pude me levanté y me encerré en el baño.
Al día siguiente me pidió perdón. Me lloró, me suplicó y juró que nunca más volvería a pasar y como idiota le creí.
Pero no tardé mucho tiempo en darme cuenta que así era él, que estaba acostumbrado a golpear a cuanta mujer se le pusiera enfrente. Esa misma noche, por no dejarle ver mi teléfono celular, volvió a golpearme.
Y ahí tomé la decisión. Llamé a mi hermana y le supliqué que fuera por mi. Pero esa no era la primera vez que lo dejaba, ya antes había agotado la ayuda de mis amigos, a quien siempre les llamaba llorando y pidiéndoles que fuera por mi porque me había golpeado.
En esa ocasión llamé a mi hermana y con toda la vergüenza del mundo le supliqué que fuera por mi.
Una hora después ahí estaban todas. Él trató de agarrarme e incluso de encerrarme, pero mis hermanas lograron sacarme de ahí.
Me obligaron a ir al Ministerio Público quien por supuesto se portó de lo más prepotente conmigo y hasta fueron tan cínicos en decirme qué le hizo a su novio para que la golpeara así... Sí, por increíble que parezca...
Pero por más increíble que sea es que regresé a casa de mis papás, y a la salida de mi trabajo ahí estaba él, me buscaba, me hablaba, me atosigaba y claro, me amenazaba.
Poco a poco se cansó de ver que mi familia me protegía e iban por mi al trabajo...
Después de un tiempo dejó de buscarme. Luego me enteré que tenía una nueva novia y que ya vivía con ella. Pobre.
Sin embargo, eso no fue todo. Duré más de 3 años sin una nueva pareja. Tuve suerte, siempre me repito eso. Hay otras chicas a las que les va peor y además que tienen que soportarlo por mucho más tiempo.
Tuve suerte. Mucha suerte. Aún con todo el dolor de mi corazón, tuve suerte.
Por cierto! Casi lo olvido. Una semana después de que me golpeara en el piso tuvieron que operarme para quitarme la vesícula... Tuve suerte que sólo fuera eso.
Y sin embargo, aún cuando pienso en eso me duele, me duele no físicamente sino mi corazón. Ese corazón que no olvida y que desgraciadamente aún recuerda cada golpe, cada insulto, cada mirada de odio que tenía para mí.
Lo perdoné hace ya mucho tiempo. Quizá sólo hace falta que me perdone yo.

lunes, mayo 04, 2009

¿Qué significa "estar celoso"?

Hace no mucho tiempo, Elisa, de 29 años, se sentía la mujer más realizada del mundo. De esas mujeres a quienes no les hacía falta nada, de ésas que eran afortunadas por tener todo lo que deseaba.
Una familia que la apoya en todo, un trabajo como ninguno, amigos siempre a su lado, el gran amor de su vida la acompañaba y estaba próxima a casarse. ¿Qué más podía pedir?, pensaban quienes la conocían.
Lo mismo le ocurría a Miguel, su pareja de 31 años. Desde los 10 años supo lo que era "ganarse el pan con el sudor de su frente". Éso y el carisma que lo caracterizaba le hicieron obtener todo cuanto quería.
Como cualquier cuento de hadas, se casaron y vivieron felices por siempre, aunque entre ellos surgió un sentimiento poco conocido por ambos.
Elisa siempre estuvo conciente de que parte de una relación era la admiración que podía causar en Miguel y viceversa.
Poco a poco y con el tiempo, esa admiración se volvió costumbre, a tal grado que ninguno se dio cuenta de ello hasta que sucedió algo que rompió el esquema de Elisa.
Miguel, como era su costumbre, acostumbraba leer todos los periódicos que tenía a su alcance. Elisa, periodista, también la tenía, pero muy rara vez la compartían.
Un día, Miguel se dirigió a ella para contarle de un reportaje "maravilloso" que había encontrado en uno de esos periódicos.
- ¡Qué manera tan genial de escribir!, dijo Miguel.
Fue entonces cuando Elisa experimentó aquel sentimiento que comenzó como un hormigueo en su pecho y se apoderó, en instantes, de todo su ser. 
En ese momento, quiso ser esa periodista de la que Miguel hablaba con tanta admiración, sólo con un objetivo: que Miguel volviera a sentir eso que lo hizo enamorarse perdidamente de ella.

Tener lo que otros tienen, quizá todo se resuma a eso. Estar celoso es querer ser aquella otra persona que provoca en alguien a quien amamos, algún sentimiento que nos gustaría sintiera por nosotros.
Pero el secreto para no sentirlo es estar seguros de que lo que somos es la razón por la que esa persona está con nosotros. Aceptarnos tal cuales somos, con nuestros defectos y virtudes, cambiar aquellas cosas que nos disgustan y alimentar aquellas que nos hacen ser mejores personas.

Tener lo que otros tienen... en general es eso.