martes, enero 05, 2010

Emilia

María Emilia no tarda en nacer. Más allá de las fechas, de los plazos que siempre se tienen marcados, sé que ahí viene ya, la siento, la percibo, la huelo ya en todas partes.
Los meses pasaron más rápido de lo que esperaba. Siempre pensé que tendría 9 meses completos para poder arreglar todo para cuando llegara. Hoy no tengo nada listo para ella.
No es exageración; más bien el tiempo se fue volando. Pero también sé que en cuanto la vea los planes que pudiera tener se irán a la basura, todo saldrá al día, paso a paso, como cuando te enseñaron a escribir e incluso a leer.
Tengo mucho miedo, es cierto. Pero no miedo a que nazca, sino a poder ser la madre que ella necesita.
Por mucho tiempo, desde que conocí a su padre, quise tener un hijo con él. Sí, esas cosas se sienten, se llevan en el corazón... cuando encuentras a tu media naranja no hay de otra, se complementan perfectamente hasta los huesitos del centro que han sido cortados. Él y yo empatamos de tal manera que ahora somos uno, y nunca he dejado de darle gracias a Dios por haberlo puesto en mi camino; es un hombre maravilloso, a quien sólo le preocupa hacerme feliz.
De inmediato supimos que queríamos tener un hijo, fue instantáneo. Y lo buscamos con tanta ilusión que cuando llegó la noticia no pudo más que hacernos inmensamente feliz.
Fue un proceso de búsqueda bastante difícil. Tan difícil que continuamente una busca explicaciones y, en muchas ocasiones, las que más, se culpa a una misma por no poder procrear de inmediato.
Pero la naturaleza y Dios son muy grandes. Y todo llega en el momento en que deben llegar. Ni antes ni después. Emilia llegó a nuestras vidas en el momento justo para completar nuestro amor.
De esa búsqueda lo único que puedo decir es que Dios no castiga, no tiene por qué. Sólo nos enseña la gran sabiduría de la vida. Como tolerar, ser pacientes, desear que las montañas se muevan para que así suceda.
En este momento puedo decir que tanto Esteban como yo fuimos un poco impacientes, pero llegó. Y a unos días de que nazca sólo puedo decir que sí, esa felicidad que todas las madres dicen que se siente, es real.
Imagino que en el caso de los hombres sucede algo similar, pero no hay nada como sentir que alguien está creciendo dentro de ti, que esos movimientos de "alien" que de repente ves y sientes en tu panza realmente suceden porque alguien se está moviendo al ritmo de tu corazón.
Es maravilloso. Sí. Y también inquietante. La mayoría de las veces me pregunto cómo será Emilia. A quién se parecerá. Tendrá mi mismo carácter? Será berrinchuda? Le gustará la escuela? Le gustará mi comida?
Es difícil contestar esas preguntas incluso ahora mismo y en un futuro a menos que sea ella misma quien lo haga, pero creo que toda mamá se lo ha preguntado alguna vez durante el transcurso del embarazo.
Sé que estoy a unos días de tenerla ya en mis brazos, de poder cargarla, acariciarla, besarla, verla, enamorarme de ella sólo con verla, esperar que me sorprenda día a día, esperar sorprenderla cada momento... pero estoy segura que también extrañaré el embarazo. El sentirla dentro de mi, sin que nadie más tuviera esa exclusividad, ese derecho más que yo.
Estos últimos momentos más que de ver una panza crecer son de inquietud, de saber y no saber. De preguntar y no encontrar la respuesta porque ésa sólo la tendré cuando la situación se presente, cuando tenga que resolver algo, cuando tenga que contestarle alguna pregunta de la cual ni yo sepa la respuesta pero que tendré que hacer porque confía tanto en mi que no podrá hacérsela a alguien más.
Sí, no soy ni la primera ni la última madre, pero sí la única madre que Emilia tendrá. Buena o mala, con defectos o virtudes, esa seré yo para ella. Me da miedo, sí. Miedo a que no sea lo que ella espera, pero de lo que si podrá estar segura es que haré mi mayor esfuerzo para ser no sólo su madre, sino su amiga, su compañera, su confidente, su apoyo y su ejemplo.
Ayy! ya quiero cargar a mi chiquita! Qué emoción!

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