Para mi cumpleaños, no está de más decirlo, decidí ir a comer al Contramar. Un restaurante de comida del mar, muy lindo tanto en su decoración como en su trato al comensal. Eso sin contar que la comida es simplemente DE-LI-CIO-SA!
Erika, una de mis hermanas, decidió que quería comer carne... pero un buen pedazo de carne. Para ello quiso ir a El Cambalache. Un restaurante que en México es muy caro y que, hasta ese entonces, se vanagloriaba por ser el sitio con las mejores carnes de la Ciudad.
Al entrar al lugar nos dimos cuenta que efectivamente, es carísimo. Su diseño deslumbra a cualquiera, principalmente por tener el cordero asándose frente a todo el que pase (buena técnica para atraer clientes).
En el lugar donde nos tocó sentarnos las mesas estaban muy juntas una de la otra, por lo que era un poco... incómodo simplemente comer, pues la misma mesa era de por sí diminuta para seis personas.
Tanto mis hermanas como mi hermosísima señora madre pidieron arrachera, yo un pedazo de cordero y Esteban un bife chorizo.
Por más de una hora comimos hasta donde ya no se pudo más. Las risas y la plática daba para que esperáramos un rato y continuáramos comiendo el resto, pues los platillos eran por más enormes.
Justo antes de que retiraran nuestros platos de la mesa, escuché a los comensales de al lado hablar y mirar al techo... Cuál fue mi sorpresa al ver, sí, justamente en el techo, una CUCHARACHA!!!! Pero no, no era de esas chiquitas que igual y las pisas y se mueren, NOOOO era enorme, del tamaño de un celular de 10 cm!! Sí, justo en el techo del restaurante El Cambalache de Insurgentes!
La dichosa cucharacha se paseaba por el techo feliz, hasta que nos dimos cuenta.
Como era de esperarse, todos voltéabamos a verla para "proteger" nuestros platillos. Una señora, que estaba sentada justo debajo de la cucharacha, se levantó y pidió al capitán de meseros su ayuda, quien por cierto, sólo alcanzó a decir: "Puta madre..." pero a partir de ese momento, como por arte de magia, puf!! Desapareció.
Los clientes continuábamos con la mirada fija sobre el cucarachón hasta que pasó lo inevitable... cayó sobre la mesa contigüa. Para quien me conoce, sabe y recontra sabe que ODIO los insectos.
La reacción del señor a quien le cayó la cucaracha fue, obvio, aventarla... y adivinen a quién.
Grité hasta que la garganta me ardió y en su lugar comencé a llorar. Las manos me temblaban porque vi como empezó a volar para salvar su vida.
Ni un mesero se acercó a intentar matarla, fue entre los clientes de El Cambalache quienes lo hacían. Pero la desgraciada no se moría!!!! Fue más de una persona quien la pisoteó, hasta que lograron matarla.
Los meseros y el capitán de meseros de El Cambalache de Insurgentes reaparecieron!! Pero sólo para cobrarnos la cuenta... qué tal!
Pero eso fue sólo parte de lo tétrico de ir a comer a ese restaurante, pues al no terminarme el cordero, lo pedí para llevar, junto con una papa al horno. Y es que con el asco que me provocó el cucarachón, pues hasta el hambre se me quitó.
Al llegar a casa fueron dos mis sorpresas: Una, que al pagar con mi tarjeta se cobraron, a lo chino y cochino, la propina que fue, nada más y nada menos, de 500 pesos!!!! Y dos, que el cordero, no estaba.
Moraleja queridos amigos, eviten ir a comer al restaurante El Cambalache que además de puerco y cochino, es carísimo y roban.
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