martes, septiembre 26, 2006

Y el ganador es...

Aclaración: Ante la petición de hacer menos crípticos mis escritos he decido ponerle nombre a las personas de quien mayormente hablo.

Hace un par de semanas compré un osito para colgarle a mi celular. Es muy lindo y por eso decidí ponerle un nombre. Entonces recordé que alguien me dijo que su costo era excesivo (40 pesos).
Ante tal expresión, atiné a decir "¡pero mueve sus piernitas y manitas!" Pero no contaba con que Luis me diría "por 40 pesos yo también puedo mover las piernas y los brazos". (Claro, actualmente sigue siendo objeto de burla).
Y es por eso que el osito se llama... sí!!! Luisito.
El problema que en realidad no es problema, pero como siempre tiene que haber un problema, entonces decidí que el problema sea decifrar quién me gusta más... el original o la copia.

Aquí un comparativo.

Luis es muy tierno... Luisito sólo tiene su aspecto tierno. Punto para Luis.
Luis es muy cariñoso... Luisito no. Punto para Luis.
Luis me pica con su barba al besarme... Luisito no tiene barba!!! Punto para Luisito.
Luis no se deja que lo pellizque... Luisito sí!! Punto para Luisito.
Luis me habla muy bonito al oído... Luisito no puede hablar!!! Punto para Luis.
Luis es muy guapo... Luisito también. Punto para nadie.
Luis me escucha atento y opina... Luisito sólo escucha. Punto para Luis.
Luis me da besitos... Luisito deja que yo le dé besitos. Punto para Luisito.
Luis tiene unas pompis que me encantan... Luisito... Luisito no llega a pompis. Punto para Luis.
Luis nunca me hace caso cuando le pido algo... Luisito siempre hace lo que le pido. Punto para Luisito.
Luis me ha devuelto la ilusión... Luisito crea ilusiones. Punto para... para Luis.
Cuando Luis me mira siento que despierto de un sueño... Luisito no puede mirarme. Punto para Luis.

¡Caray! Es cierto lo que Luis un día me dijo... los originales siempre son mejor que las copias. Aunque Luisito tenga una luz que prende, prefiero al original... siempre al original.

miércoles, septiembre 20, 2006

Mi reflejo de la duda es que...

Hoy me puse la blusa al revés. La etiqueta, que se supone debe ir en la espalda, la tenía enfrente. Ja!
Así estuve por... un par de horas. Para ser exactos hasta que llegué al perióquido.
El asunto es qué orilló a que me pusiera la blusa al revés... Estaba distraída, eso es un hecho... lo importante es "¿en qué estaba pensando?"
En verme muy, pero muy bonita... para él, por supuesto. Lo peor de todo es que terminé poniéndome lo primero que encontré porque perdí demasiado tiempo pensando.
¿Por qué está en todos mis pensamientos?

viernes, septiembre 08, 2006

Llamadas

Desde el 23 de agosto mis días y mis noches no las paso sola, a pesar de que la soledad sea la única quien me acompañe.
Los horarios son fijos.
A las 10 de la noche, justo cuando el ritual previo para ir a la cama (desvestirme... uyyyy, jajajaja, pero para ponerme la pijama de rayas y esas cosas) recibo una llamada.
Y aunque siempre conservo la ilusión de que se trate de la persona que dice quererme, siempre me llama la que no me lo dice, pero me lo demuestra.
Me cuenta cómo estuvo su día. En general siempre es agitado.
También me dice cuánto me extraña. En general eso siempre me pone en aprietos.
De igual forma me pregunta cómo estuvo mi día. Y aunque en general no hablo de mí, me gusta que se preocupe y por lo menos haga como que le interesa lo que tengo que decirle.
Y al colgar, en general, termino extrañándolo.
Me duermo tranquila, pensando que está bien... y pensando que estoy bien.
A las 8:10 de la mañana, justo cuando ya me he despertado y permanezco tendida en la cama cuan larga soy pensando y pensando y pensando en qué hacer de mi vida, suena de nuevo el teléfono.
Sí, es también él.
Somnolienta, pero al mismo tiempo emocionada (a pesar de que la sorpresa ya no es sorpresa después de unos cuantos días...) escucho cuando me dice que ya es hora de que me despierte, cuando me pregunta qué soñé, si dormí bien, cuál será la ruta que escogeré y hasta de qué color me vestiré... Y de nuevo siento que le importo.
Se siente bonito despertar así.
Porque no hay nada peor que sentir que a nadie le importa el hecho de que existamos o no, o que no les interesan nuestros pensamientos o comentarios.
Y es entonces cuando lo entiendo.
Cuando se vive algo así de bonito, uno se aferra a ello y no quiere dejarlo por algo que no se sabe si funcionará o no. Quizá es lo que le sucede. Se siente tan a gusto despertando con alguien que se preocupa por él... no lo sé y quizá nunca lo sepa. Pero ese no es el punto.
Toda la semana me propuso alcanzarlo y pasar mis dos días de descanso allá, con él.
Anoche acepté. Y me pregunto si no fue por rabia, por desquitarme, por sentir que no puedo pasar ni 10 minutos con él, porque no puede dedicarme más que una charla por messenger... Por mi bien, espero que no.
Pero como siempre Dios hace todo para rescatarme... hoy por la mañana mi madre se puso fúrica con la noticia y tuvimos una charla de mujer a mujer. Fue interesante.
El resultado de esa plática fue que tomé una decisión. Se quedarán con las ganas de saber cuál es. Pero puedo decirles que la divinidad encarnó en mi madre.

martes, septiembre 05, 2006

Escuincle

Es muy fácil hacer feliz a un niño... y tan complicado que se vuelve después cuando crece.
Quizá nos volvemos más exigentes y no nos conformamos con cualquier cosa. O quizá sólo nos dejemos llevar por las circunstancias... pero la posibilidad de hacer feliz a alguien, incluso a uno mismo, siempre existe... pero ése es otro tema.
Hoy pude disfrutar de una sonrisa sincera, difícil de encontrar hoy en día... Tan sincera que me arrancó una similar.
Mientras venía mirando la nada a través de la ventana del transporte público, y pensaba en todo lo que ya no quiero en mi vida, él jugaba con el cristal. Le soplaba, ponía su mano y después se atacaba de risa.
Después de varios intentos por "limpiar" el vidrio, me dedicó una mirada. Lo miré y me reí. Pero para mi sorpresa, no correspondió a mi sonrisa.
Me indigné y pensé "pues él se lo pierde".
Casi a la mitad de mi trayecto se me antojó un dulce. Raro en mí, verdad... Uno de mis vicios es comer dulces, razón por la que siempre traigo alguno.
Para su fortuna, no sólo traía uno, sino varios chocolates y un chicle.
Después del desaire de la sonrisa ni voltié a verlo. Pero puso su cabeza tan cerca de los dulces, que no pude evitar mirarlo.
Abrí lo más despacio posible mi dulce... y lo miré. Volteó a verme y le ofrecí uno. Lo aceptó y de inmediato me sonrió.
No pude dejar de mirarlo, pero su madre, quien lo sostenía por la cintura, lo sentó en sus piernas y abrió su chocolate poco a poco, y después lo vi disfrutarlo.
Me regresó la mirada y puso su manita, de casi 1 año, sobre la mía.
Hice a un niño feliz y de paso él me hizo feliz a mí.