viernes, septiembre 08, 2006

Llamadas

Desde el 23 de agosto mis días y mis noches no las paso sola, a pesar de que la soledad sea la única quien me acompañe.
Los horarios son fijos.
A las 10 de la noche, justo cuando el ritual previo para ir a la cama (desvestirme... uyyyy, jajajaja, pero para ponerme la pijama de rayas y esas cosas) recibo una llamada.
Y aunque siempre conservo la ilusión de que se trate de la persona que dice quererme, siempre me llama la que no me lo dice, pero me lo demuestra.
Me cuenta cómo estuvo su día. En general siempre es agitado.
También me dice cuánto me extraña. En general eso siempre me pone en aprietos.
De igual forma me pregunta cómo estuvo mi día. Y aunque en general no hablo de mí, me gusta que se preocupe y por lo menos haga como que le interesa lo que tengo que decirle.
Y al colgar, en general, termino extrañándolo.
Me duermo tranquila, pensando que está bien... y pensando que estoy bien.
A las 8:10 de la mañana, justo cuando ya me he despertado y permanezco tendida en la cama cuan larga soy pensando y pensando y pensando en qué hacer de mi vida, suena de nuevo el teléfono.
Sí, es también él.
Somnolienta, pero al mismo tiempo emocionada (a pesar de que la sorpresa ya no es sorpresa después de unos cuantos días...) escucho cuando me dice que ya es hora de que me despierte, cuando me pregunta qué soñé, si dormí bien, cuál será la ruta que escogeré y hasta de qué color me vestiré... Y de nuevo siento que le importo.
Se siente bonito despertar así.
Porque no hay nada peor que sentir que a nadie le importa el hecho de que existamos o no, o que no les interesan nuestros pensamientos o comentarios.
Y es entonces cuando lo entiendo.
Cuando se vive algo así de bonito, uno se aferra a ello y no quiere dejarlo por algo que no se sabe si funcionará o no. Quizá es lo que le sucede. Se siente tan a gusto despertando con alguien que se preocupa por él... no lo sé y quizá nunca lo sepa. Pero ese no es el punto.
Toda la semana me propuso alcanzarlo y pasar mis dos días de descanso allá, con él.
Anoche acepté. Y me pregunto si no fue por rabia, por desquitarme, por sentir que no puedo pasar ni 10 minutos con él, porque no puede dedicarme más que una charla por messenger... Por mi bien, espero que no.
Pero como siempre Dios hace todo para rescatarme... hoy por la mañana mi madre se puso fúrica con la noticia y tuvimos una charla de mujer a mujer. Fue interesante.
El resultado de esa plática fue que tomé una decisión. Se quedarán con las ganas de saber cuál es. Pero puedo decirles que la divinidad encarnó en mi madre.

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